Daniel Balmaceda ofreció un paseo ida y vuelta por la historia de algunas de las frases y palabras de uso frecuente, de las cuales los hablantes suelen desconocer el origen. La charla fue ilustrada con proyecciones de imágenes históricas de Buenos Aires.
En su familia no hubo historiadores, profesores de historia ni investigadores, pero sí lectores apasionados y conocedores de los avatares argentinos: “Mis abuelos me hablaban de historia: fueron los primeros que despertaron mi interés. Aprendimos a leer con libros como el Martín Fierro”. Su sensibilidad por el pasado supera el revisionismo histórico: el que escribe (a veces el que habla, a veces el que recuerda) es alguien que se conmueve con los relatos y se sorprende ante el hallazgo. Y es que aprender Historia leyendo historias es más real y cercano. Esa es la fórmula de sus libros, entre ellos Historias de letras, palabras y frases (2014), Historias insólitas de la historia argentina (2012) y Biografía no autorizada de 1910 (2010).
Del mismo modo en que las historias que comparte siempre resultan inéditas, sus fuentes tampoco son convencionales: rastrea el paradero de cartas, compila fragmentos de memorias, busca entre las líneas de diarios manuscritos, revisa expedientes judiciales, desempolva periódicos viejos. En esos testimonios descansa la materia prima de sus investigaciones, aunque también en el mundo exterior, lejos de los depósitos y las bibliotecas: en la calle, en los bares, en los espacios públicos. “Frases escucho todo el tiempo. Cuando alguna me llama la atención, la conservo para rastrearla. Estamos habituados a repetir un montón de frases pero pocas veces sabemos de dónde vienen”, cuenta Daniel. Por otro lado, reconoce al Café como un punto de encuentro porteño de larga data: “Los morenistas se reunían en el Café De Marco, en donde tuvieron lugar las primeras reuniones políticas y en donde surgieron las cintas celestes y blancas en 1811, no 1810”.
La rigurosidad que demanda la historia no lo priva de tener sus favoritos. Sostiene que “Prócer” es una palabra demasiado grande: la reserva a San Martín y a Belgrano “porque generaron un cambio, siempre preocupados por aspectos diversos tanto en lo militar como en lo cultural y lo educativo”. Le cuesta elegir un único momento fascinante de la historia argentina, pero se arriesga por la Guerra de la Independencia, “cargada de valientes y de romanticismo”. La pasión que transmite en cada una de sus búsquedas es la del coleccionista empedernido: sabe que ha descubierto piezas valiosas pero, en especial, sabe que esa riqueza es inagotable.