Bar de Cao celebró la vida y obra de uno de sus más notables parroquianos junto a su familia y amigos: León Ferrari. A lo largo de una tarde distendida, colorida y musical, disfrutamos de “La Bondadosa Crueldad”, una puesta en escena de los textos de León a cargo de Susy Shock, Pablo Marchetti y Juan Krymkiewicz. También tocó en vivo INGRID, integrado por Richard Nant, Ezequiel Finger, Alan Plachta y Gabriel Spiller. Estampida -proyecto de la Fundación Augusto y León Ferrari– dejó la huella de León con serigrafías de su obra sobre las prendas y accesorios que llevó el público.
Llegó a San Cristóbal en 2005: su taller, sobre la calle Pichincha, aún está a la vuelta del Bar de Cao, al que llegaba con su mujer Alicia, sus nietas Maitén, Paloma y Julieta Zamorano, sus amigos Roberto del Villano y Gandhi, sus compañeros de Artistas Solidarios. De personalidad reservada, usaba más gestos que palabras. Alicia cuenta que la clave de su matrimonio fue, precisamente, el silencio. Pero el sonido, en particular la música, era un estímulo permanente: escuchaba desde Piazzolla y Goyeneche hasta Björk y Bob Marley, pasando por Madonna, Edith Piath y Bach.
Entre los recuerdos más vivos de sus nietas se encuentran los años del exilio de León en Brasil, cuando salían a recorrer bares, centros culturales y museos; las vacaciones en familia, durante las cuales dibujaban juntos y lo ayudaban en su obra; los fines de semana entre amigos, cuando salían con su abuelo a recitales, fiestas y boliches. Crecieron entre talleres, pinturas, materiales y personajes variopintos (artistas, borrachos, locos, travestis, músicos, actores, recuerdan): “Nosotras estamos hechas de eso. No separamos al arte como algo distinto a la vida”, sostiene Julieta. Y Paloma agrega: “No tengo el registro de algo que no sea arte. Para León era una forma de hacer y vivir: no es sólo pintar cuadros. Hay mucha información”.
León artista, León amigo, León abuelo…Papá León: acaso haya sido ese el rol que motivó sus búsquedas y alimentó su compromiso. Allí estuvo en cada uno de los encuentros de las Abuelas de Plaza de Mayo. Se enfrentó al Vaticano, discutió con Bergoglio, fue censurado por la Iglesia. Pero, a pesar de su carácter silencioso, nunca dejó de decir lo que tenía para decir. Como su avión, que como él mismo argumentó, “se las ingenió para volar”. Sienten sus nietas que León es el abuelo de la sociedad, el que a todos les gustaría tener: “Como en las comunidades antiguas, tenía la función de los ancianos: transmitía sabiduría”. El mundo no es el mismo después de León. Su atributo más celebrado es la transgresión, pero antes fue su valentía, siempre fue su libertad y hoy sigue siendo su talento. Que así sea.
