En el marco de los festejos por los 100 años del Bar de Cao en San Cristóbal (Avda. Independencia 2400, esquina Matheu), Pipo Cipolatti fue entrevistado públicamente en lo que resultó una clínica de rock con proyecciones, atravesada por los personajes que llevó a la pantalla chica, su pasión por la cocina, anécdotas de músicos con lo que compartió escenarios, recuerdos de la revista “Fraude” y sus conversaciones con José Retik en Lo que nunca se dijo (Distal, 2012), según Tom Lupo, “Enciclopedia inevitable de personajes y saberes del siglo XX y un poco del XXI”. Fans, amigos, colegas y vecinos fueron convocados para compartir historias, intercambiar revistas y objetos de colección, y participar por el sorteo de libros autografiados.
Su jopo no se mantiene tan prolijamente rockabilly como solía: ha mutado a una forma más relajada y libre, pero aún conserva las premisas de aquellos primeros peinados. El riguroso blazer, la remera de color y los accesorios (aro, anillo, gafas oscuras) configuran su look de cabecera. Le gusta tomar ristretto y licor de menta pero al Pisco Sour lo acompaña con bocconcini. Está sentado -como muchas veces durante su semana- en su vecino Bar de Cao, pero mañana puede estar tocando en un casamiento, de gira por el interior del país o dando una entrevista en una radio. No se cansa de las fotos, nunca se le agotan las historias: tiene la energía y el entusiasmo de un adolescente (acaso contagiado por sus mellizos Giorgio y Donatto) y la elocuencia de un lector voraz.
Nació en Valentín Alsina, pero su primera infancia y adolescencia osciló entre Parque Patricios, Balvanera y San Cristóbal. Algunas curiosidades de sus años tempranos: aprendió a caminar y a hablar antes del año, en 3º grado recibió el premio al “Niño Ideal”, es un agnóstico bautizado, cursó materias de diseño gráfico, muchos de sus hits los escribió en estado alfa mientras dormía, pernoctó durante un mes en la parte trasera de un remís. Su programa favorito es “Titanes en el ring”; su película, “Trece Fantasmas”; su músico, Robert Fripp. Cita con frecuencia a George I. Gurdjieff y es un defensor de los animales (uno de los tantos aprendizajes que le transmitió su padre).
Su prolífica carrera ha dejado memorias y proyectos tan variados (algunos inéditos, otros no musicales) como La Goma, Epitafio y Los Twist; Cerebrus, la tira “Osvaldo, el ratoncito”, presentaciones en el Café Einstein, los personajes de “La TV Ataca” y las Navidades de Santa Klauss junto a Charly García, entre muchos otros. Le envió a Frank Zappa -uno de sus ídolos- el disco “La máquina del tiempo” y cantó junto a Mariano Mores en un homenaje a Carlos Gardel en The Roxy. Trabajó en la cocina del ex Mangla Lounge de Las Cañitas y sus platos fueron celebrados por el mismísimo Gato Dumas. Además de ser uno de los protagonistas del rock nacional, es compositor de tangos, escritor de cuentos de terror, conocedor de personajes históricos extravagantes, pensador a tiempo completo…una imparable máquina de elaborar ideas.